Mágia Negra o Mágia Blanca

 

Breve Resumen del Origen del Vudú:

Los esclavistas franceses que habían colonizado la isla de Haití habían sido los peores esclavistas del Nuevo Mundo. Mientras que la expectativa promedio de vida de un esclavo negro tras su llegada a América era de treinta años, las expectativas de vida de un esclavo que hubiera tenido la mala fortuna de terminar en Haití era sólo de dos años.
El vudú es una práctica sanadora del África subsahariana, y una vez que los practicantes de esta tradición llegaron a la fuerza a la isla de Haití, se había estado utilizado también para hacer daño a los propios enemigos, en especial a los despiadados dueños de los esclavos.
Las técnicas son idénticas. Las mismas técnicas que uno utilizaba para sanar a alguien se podían utilizar para hacerle daño a otro. Las mismas técnicas que se utilizaban para estimular el sistema inmunológico con el fin de erradicar un tumor canceroso se podían utilizar también para colmar de residuos el sistema inmunológico, llevando a la víctima a morir de neumonía en cuestión de semanas.

No sólo hay magia negra en Haití y en los pantanos de Louisiana, sino en cualquier lugar donde una persona con buena voluntad, aunque mal preparada, pone sus manos sobre los demás con la intención de sanarlas, pero sin saber que les está transmitiendo energías tóxicas. Los aprendices dicen a veces que esto no puede ocurrir si lo que haces es enviarle amor a la otra persona, dado que se supone que esta energía es pura y sagrada. Esto es algo que he escuchado a menudo en los practicantes de Reiki, dejo claro que no tengo nada en contra de esta maravillosa técnica. Pero yo les recordaría a esos aprendices el dolor que se le puede infligir a otra persona en nombre del amor.
Con el tiempo, he descubierto otro tipo de magia negra, una magia negra que nos aplicamos a nosotros mismos: los pensamientos y las creencias negativas que nos alejan de nuestro propio poder personal y que hacen estragos en nuestro sistema inmunológico.

 

CC

 

Pero la lección más importante que aprendo es la importancia del papel que tienen la ética y las intenciones del sanador. Gran parte de la preparación –una preparación que lleva décadas– del aspirante a sanador se consagra al desarrollo de un elevado sentido ético, de un sistema de valores fundamentado en una profunda reverencia ante toda forma de vida. Sólo entonces se pueden dominar adecuadamente las técnicas. De igual modo, un médico de medicina convencional moderna emplea al menos cinco años para aprender su arte. Así pues, ¿te parece prudente poner su salud en manos de alguien que ha empleado sólo un fin de semana en un taller de medicina energética, o cualquier otra terapia energética?.
He aquí el dilema para todos aquellos personas que reciben una breve formación en medicina energética o chamanica u otras terapias. Si sientes el llamado a la práctica de la medicina energética, dedica tiempo para formarte con maestros cuya integridad, cuya sabiduría y cuyos conocimientos técnicos le permitan desarrollar tus propios dones espirituales.

 

Mi viaje hacia el chamanismo estuvo dirigido por mi propio deseo de sanarme y convertirme en una version mejorada, en un todo. Sanando mis propias heridas del alma, aprendo a amarme a mí mismo y a amar a los demás. Recorro el sendero del sanador herido, y aprendo a transformar el dolor, la pena, la ira y la vergüenza que habitaban en mi interior en fuentes de fortaleza y compasión. Puedo sentir el dolor de la otra persona porque sé lo que es el dolor. En la Escuela de Sanación aqui en la Tierra, todos los valientes estudiantes se embarcan en un viaje de autosanación en el que transforman sus heridas del alma, en fuentes de poder y energía. Los estudiantes descubren que éste es uno de los mayores regalos que, con el tiempo, podrán ofrecer a sus futuros consultantes: la oportunidad de descubrir el poder que hay dentro del dolor. También descubrimos que la sanación es un viaje en el que se embarcan nuestros consultantes, no un procedimiento que lleva a cabo el sanador.

Durante mi formación con los chamanes, descubrí que existe una diferencia entre curar y sanar.

  • Curar tiene que ver con la aplicación de remedios, e implica la resolución de cualquier problema externo que aparezca, como ponerle un parche a una rueda, si se ha pinchado, o tratar una mordedura de serpiente, o bien utilizar quimioterapia para controlar un tumor. No ayuda a evitar los clavos en la calzada, las serpientes en el bosque ni la enfermedad que provocó el tumor.
  • Sanar es algo más amplio, global y completo. Sanar transforma la vida de uno y con frecuencia, aunque no siempre, genera una curación física. He presenciado muchas curas médicas en las que no ha habido sanación. También he visto casos en los que hubo una profunda sanación, a pesar de que el paciente falleció. La sanación es el resultado de una experiencia del alma. Cuando sanamos, medimos el éxito mediante un bienestar creciente, mediante la sensación de paz, de fuerza, y de un sentimiento comunión con toda forma de vida.

El camino del chamán es un sendero de poder, de compromiso directo con las fuerzas del Espíritu. El sendero del poder es diferente a otros senderos que puedas transitar, como las formaciones religiosas donde practicas la adoración y recitar insistentemente las oraciones o la meditación (hablo de lo que conozco, he practicado y practico). Este Sendero precisa de la experiencia directa del Espíritu en sus propios dominios, en el infinito. Una tremenda sanación tiene lugar cuando entramos en comunión con las poderosas energías del mundo de la luz. Y, durante el proceso, uno se desprende de su identidad con el yo limitado y experimenta la ilimitada unidad con el Creador y con la Creación.

Las prácticas sanadoras que he aprendido constituyen una antigua tecnología capaz de generar espacios sagrados en donde los milagros pueden tener lugar. Te permiten adentrarte en el infinito y experimentar la iluminación en un instante eterno. Éste es el núcleo de las prácticas de sanación chamánica, el proceso de iluminación. Cuando entramos en el infinito, el pasado y el futuro desaparecen, y sólo queda el aquí y ahora. Ya no estamos atados a las dolorosas historias de nuestro pasado, y nuestra historia deja de escribir el guion de nuestro futuro. No es que se pase un trapo mágico al pasado. Las pérdidas, el dolor y el pesar por los que hemos atravesado permanecen solamente como recuerdos; ya no definen quién eres. Nos damos cuenta de que no somos nuestra historia. Y la experiencia del infinito rompe en pedazos la ilusión de la muerte, la enfermedad y la vejez. No se trata sólo de un proceso psicológico o espiritual; cada célula de nuestro cuerpo recibe la información y se renueva con ello. El sistema inmunológico se libera de las bridas, mientras se acelera enormemente la sanación física y emocional. Los milagros se convierten en algo ordinario, y las remisiones espontáneas, esas misteriosas y desconcertantes curas que confunden a la medicina, se convierten en algo común. En presencia del infinito, podemos experimentar lo que fuimos antes de nacer y lo que seremos después de morir.

Los chamánes con los que he aprendido creen que son capaces de rastrear a través del tiempo su naturaleza luminosa (lo que nosotros llamamos alma), del mismo modo en que pueden seguir el rastro de un ciervo en el bosque. Dicen que siguen los hilos luminosos de su ser hasta el big bang, en el comienzo del tiempo, y también hacia el futuro, saboreando en quién se va a convertir, y aún más allá, hasta el momento en que el Universo retorne de nuevo a esa singularidad de la cual fue creado.
La experiencia del infinito no debería confundirse con la eternidad. Eternidad significa un número interminable de días. La eternidad está sujeta al tiempo, al envejecimiento y a la muerte. El infinito es anterior al propio tiempo, y ya existía antes de que éste naciera. Y dado que nunca nació, el infinito es imperecedero.

Nuestro yo infinito es anterior a la vida y a la muerte, y nunca entra en la corriente del tiempo. No nació con tu cuerpo, y no morirá cuando tu cuerpo perezca. En el infinito, uno sale del tiempo lineal y entra en lo sagrado. Y dado que dejas de identificarte dentro del tiempo exclusivamente, y con una forma física que envejece y perece, la muerte ya no amenaza el fin de tus días. Este estado de liberación se encuentra en el corazón de
muchas de las tradiciones místicas del mundo, y los chamanes descubrieron las metodologías prácticas para alcanzar tal objetivo. Mis mentores entendía que su naturaleza luminosa era perdurable. Nosotros queremos creer que esto es cierto, incluso sospechamos que lo es, pero muy pocos lo sabemos con certeza.

El hecho de leerlo en un libro no sirve de nada. Para el chamán, existe una gran diferencia entre adquirir información y tener el conocimiento real. Información es comprender que el agua se compone de dos átomos de hidrógeno y un átomo de oxígeno, H2O. Conocimiento es comprender la naturaleza del agua hasta tal punto que puedas hacer llover.

El proceso de iluminación, que se remonta y fundamenta en unas prácticas sanadoras que los conquistadores y la Iglesia casi logran destruir. El proceso de iluminación nos permite saborear el infinito y renovarnos desde la fuente que anima y da forma a toda vida. Evidentemente, si te haces un corte en la espinilla, no necesitas tener una epifanía espiritual; simplemente, te limpias la herida y te la vendas. Pero si tu sistema inmunológico no responde, o si alguien amado se está enfrentando a una enfermedad que amenaza su vida, o bien si estás repitiendo una y otra vez los mismos patrones dolorosos de vida, quizá sea el momento de mirar más allá de lo concreto, más allá de lo finito, y de introducirse en una práctica sanadora fundamentada en la experiencia del infinito.

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Desde los albores de la humanidad, todas las culturas del planeta han reconocido la existencia de siete transiciones o iniciaciones por las que tiene que pasar el individuo. Cada una de ellas señala una ruptura con el pasado que te invita a
avanzar hacia aquello en lo que vas a convertirte y, por tanto, a alcanzar la iluminación